Hay un fenómeno compartido cuando hablamos en primera persona de la casa de mi abuela. Surge un aroma, una textura, un recuerdo personal y a la vez una sensación universal. Hace un tiempo trabajé en una producción y la única referencia que me dieron fue: “quiero que las fotos se vean como la casa de mi abuela”.
Como una sinécdoque, la casa de mi abuela es una extensión, una manera de designar la totalidad a través de una de sus partes. Es también mi infancia, el pueblo y su paisaje desolador, la sensación de que el tiempo no pasa más, las ausencias, lo cotidiano y su belleza.
Las fotos son quizás un síntoma. Camino y me pierdo en la ciudad buscando conexiones a la distancia. Entre salir a conocer el mundo con una cámara y conocerse a uno mismo hay un límite difuso. Quizás el deseo es reconstruir un paisaje urbano donde el tiempo se congela y no pasa más. No lo sé, tengo algunas certezas y muchas más dudas. En las próximas caminatas espero encontrar esa figurita que me falta y así llenar el álbum, que en este caso será de fotos, y ojalá se vea como la casa de mi abuela.
Fernan Fretez
Ciudad Autónoma de Buenos Aires