Cuando comenzó el aislamiento por la pandemia en 2020 mi cotidianeidad cambió radicalmente. Perdí mi empleo y dejé de nadar, deporte del que soy apasionado. Habiendo nadado casi todos los días durante un año y medio, fue hasta ese radical alto que comencé a percatarme de cuánto había cambiado mi cuerpo y, por ende, yo. Así comencé a documentar un viaje que aún no termina, buscando primero ver aquello que creía ser observado de mí, y luego a reflejar lo que soy y lo que quiero ser.
En el camino fui redescubriendo mi propia sexualidad: mis fijaciones, mis formas de vincularme, mis formas de manifestar y generar deseo. Conocí nuevas formas de procurarme y procurar placer, lenguajes y voluntad para decidir sí o no. Me equivoqué numerosas veces; lastimé y fui lastimado. Pero las experiencias han resignificado mi vida para siempre.
Mi búsqueda me ha llevado a relacionarme conmigo mismo de una forma particularmente íntima: ya no me veo como una mente y un cuerpo sino como un todo holístico. Si mi cuerpo habla, yo digo; si mi cuerpo siente, yo escucho. Vivo a través de mi cuerpo, percibiendo mi realidad a través de mis sentidos agudizados, como un animal. He concluido que los humanos somos los únicos animales que tienen que aprender a escuchar a sus cuerpos y sus instintos, y cómo nos cuesta esta lección.
gorremu
San Salvador, El Salvador, Centroamérica