En el 2010 compré mi primer cámara analógica. Estudiaba diseño y solía caminar por San Telmo. Un día entré a una tienda de cámaras antiguas y me compré una Ikon Zeiss Contaflex. Estaba realmente muy contento pero con el correr de los meses me di cuenta que entre el estudio y el trabajo no tenía mucho tiempo para hacer fotos así que empecé a llevarla todos los días a la universidad.
En el bondi encontré ese tiempo muerto que me permitía hacer lo que realmente me gusta. Empecé a hacer fotos desde y en el colectivo. Ya en el primer disparo supe que lo analógico era para mi. Me gustaba tomarme mi tiempo, hacer la foto, y a otra cosa.
En ese momento obviamente no revelaba y para poder ver las fotos tenía que esperar varias semanas o hasta meses pero cuando llegaba ese CD y abría los jpgs, era un momento mágico.
Así, el transporte público se convirtió en ese espacio que me permitía aislarme de todo y hacer algo que realmente amo. Sacaba fotos a cosas que me gustaban pero sobre todo a personas que generaban mi interés. En ese momento no conocía la “fotografía callejera” ni había visto el trabajo de los grandes. Solo agarraba mi cámara, tomaba el 39 y me iba a la facu.